martes, 26 de noviembre de 2019

ACTOS MORALES Y LOS HECHOS DE LA NATURALEZA

Actos Morales

Una acción es moral cuando posee ciertas características, que son las siguientes:

• Ha de ser voluntaria, es decir libre y consciente (libertad y consciencia). Una acción no es moral si      no existe  libertad, si no existe la posibilidad de elegir entre varias opciones.
• Ha de tener consecuencias para los demás, exige la relación con otros seres humanos.
• Ha de estar sometida a normas morales (no técnicas). Tendremos que precisar qué es una norma           moral para saber con exactitud cuando una acción es moral o no lo es.

Estructura del Acto Moral
En la consideración moral de un acto se tienen en cuenta la motivación (por una causa digna o, al contrario,por afán de notoriedad), el fin, del que se ha de tener conciencia y ha de querer ser logrado mediante la acción, la elección adecuada de los medios (no todo medio es moralmente bueno), el resultado de la acción (bueno y querido) y sus consecuencias (previstas) en una situación concreta dada.




Actos Humanos

Los actos humanos, los podemos definir como aquellos actos que proceden de la voluntad deliberada del hombre, es decir, los que realizan con conocimiento y libre voluntad. En ellos interviene primero el entendimiento, porque no se puede querer o desear lo que no se conoce.

En los actos humanos, también podemos encontrar una cierta clasificación, la cual está dada por la moralidad:

• Bueno o lícito, si está conforme con la ley moral (por ejemplo, el dar limosna).
• Malo o ilícito, si le es contrario (por ejemplo, mentir).
• Indiferente, cuando ni le es contrario ni conforme (por ejemplo, el caminar).

Todo acto humano tiene un elemento psíquico que también es motivo de una valoración moral, este es el "Fin" o "intención" que es el objetivo o finalidad por la cual se realiza un acto humano, por medio del fin o intención dos actos humanos idénticos pueden diferir notableme por el autor que realizó cada acto.


La palabra "Fin" tiene varios significados, desde luego no se tomará en cuenta el que se refiere a lo último, lo extremo. La palabra fin significa intención, objetivo, finalidad. La palabra fin tiene  una doble división cuando  significa objetivo o finalidad.

Cuando hablamos del fin como intención o finalidad, podemos referirnos al fin intrínseco del acto (es el que posee la acción misma de acuerdo a su propia naturaleza) o al fin del sujeto que ejecuta el acto (es el que de hecho intenta el actor de la acción, en algunas ocasiones este fin difiere con respecto al fin del acto).




Actos Humanos como Buenos o Malos

Cuando nos referimos a los actos humanos hacemos referencia de los que se pueden decir que tienen un valor moral y esto del valor moral implica que tiene un signo bien sea positivo o negativo. Los actos humanos también tienen una valoración mental es decir un fin o una intención que es por decirlo así el objetivo o finalidad por lo cual se realizan. Entre los actos humanos y los actos del hombre, los actos humanos son los que pueden ser determinados como buenos o malos por la moral, pero también por la sociedad misma, ya que, como sociedad, ésta se encargara de dar una valoración a los actos determinados por la moral, en cambio los actos del hombre debido a su naturaleza animal, estos no pueden ser determinados por la moral de ninguna manera, pero si son determinados por la sociedad como bueno o malo.

Los Hechos de la Naturaleza
A lo largo de la vida de los seres humanos, tienen lugar acciones que se realizan involuntariamente, como respirar, digerir la comida, crecer hasta madurar sexualmente y finalmente, morir. En este conjunto de acciones la voluntad de la persona está ausente, no incide en absoluto para su realización y desarrollo.

Actos del Hombre
Los Actos del Hombre son aquellos que carecen de conciencia o de libertad o de ambas cosas y estos solo pertenecen al hombre porque él los ha ejecutado, pero no son propiamente humanos porque su origen no está en el hombre en cuanto a hombre, sino en cuanto a animal.

Otro significado que se le da a los actos del hombre es el de todas las acciones que proceden de él, aunque las produzca sólo en su materialidad, pero sin dominio racional.

Se distinguen dos tipos de conductas humanas llamadas también conductas voluntarias, las cuales plantean lo siguiente:

• En la primera quiere decir que, aquellas que no son consecuencia de la voluntad y del libre albedrío; son   acciones del hombre, pero no propiamente humanas pues no son del hombre en cuanto tal.
   
• Mientras que en la segunda indica las acciones libres que el sujeto realiza porque así lo quiere y que son   consecuencia de su razón y de su voluntad. Estas acciones se hacen por un fin, y en último término por la  felicidad.

Diferencia entre actos morales y hechos de la naturaleza

Al hablar sobre los Actos Humanos y los Actos del Hombre, por más similar que suenen entre sí, ambos aluden a dos tipos de actos muy distintos.

La principal diferencia entre estos tipos de actos radica en la naturaleza voluntaria o involuntaria de cada uno, ya que mientras que los actos Humanos son los que hacemos con libertad y plena conciencia, los actos del hombre son aquellos de los cuales no tenemos conciencia o completa libertad al momento de determinar si hacerlos o no.

Solamente, se dice, los actos libres y conscientes pueden ser calificados como buenos o malos. En realidad, el hombre (o mujer) es un ser complejo, en su comportamiento intervienen deseos, pasiones, instintos, impulsos que mucho lo asemejan a los animales irracionales, pero también intervienen la razón y la conciencia que son factores propios o exclusivos de" lo humano. Estos actos humanos, como podrían ser el declarar algo verdadero o falso, ayudar a una causa noble, cumplir con nuestro deber, etc., constituyen lo esencialmente humano, de ahí el nombre de "actos humanos", ya que son acciones que solamente el ser humano realiza.

En este tipo de actos juegan un papel decisivo la voluntad, el querer humano y la conciencia que le imprimen el carácter de actos plenamente conscientes y voluntarios. A diferencia de los primeros, los actos del hombre son aquellos que nos ligan al ámbito biológico y que, por ende, compartimos con los animales. Estos actos, lejos de ser conscientes o reflexivos, se efectúan en forma espontánea, instintiva y mecánica ya que obedecen a una necesidad física inherente a todo ser humano.

Como sería el acto de respirar, toser, dormir y, en fin, de reaccionar ante cualquier estímulo del cual no somos conscientes.

Es preciso observar que un mismo acto "puede ser humano, en unas circunstancias, y del hombre en otras. Por ejemplo, ordinariamente la respiración es un acto del hombre, pero en un atleta, que realiza ejercicios conscientes y voluntarios de respiración, este acto se convierte en humano“.

Mientras que, como hemos observado los actos humanos pueden valorarse como buenos o malos, dignos o indignos desde el punto de vista moral los actos del hombre son ajenos al ámbito moral.

La somera distinción que hemos hecho entre "actos humanos" y "actos del hombre" nos ha servido para ubicar y caracterizar al acto moral, verdadero resorte de nuestra vida humana, que, como la ética estima, nos convierte en personas responsables de nuestro actuar.

jueves, 21 de noviembre de 2019

LAS NORMAS RELIGIOSAS












ETICA Y MORAL


LA HISTORIA DE LA MORAL


HISTORIA DE LA MORAL
El termino moral proviene del latín moralis etimológicamente esta es una adaptación del griego que mos, moris que es igual a “manera de vivir”. El origen de la moral debe ser concebido desde los inicios de la historia del hombre, la moral tal cual como lo menciona Kropotkin es un producto natural de la evolución de la vida social aunque el refiere que esta no es exclusiva de él sino de casi todos los seres vivos.
La descripción de su origen así como la determinación de su contenido, se encuentran íntimamente vinculados con la época y pensador que se atrevió a dar su concepción ideológica de la moral, muchos fueron pioneros en cuanto sus filosofías, otros sentaron las bases para que su dirección fuese más estudiada pero se denota en su historia que el progreso de la sociedad ha influido en la manera de representar el concepto de moral.

Concepciones morales en los pueblos primitivos
El preceptor o maestro de moral que tuvo el hombre fue la naturaleza misma, cuyo seno fue donde vivieron y trabajaron los hombres en el continente americano, la naturaleza que concibió Darwin en su ensayo “Origen del Hombre” pues en ellos explica los orígenes del sentido moral. El hombre primitivo tuvo que acostumbrarse a identificar su YO con el NOSOTROS SOCIAL, lo cual determino las primeras leyes morales, se acostumbró a pensar que conformaba una parte de la Tribu pues al verse inmerso a las tempestades amenazadoras de la naturaleza se dio cuenta de su impotencia fuera de ese núcleo social de tal manera que de una forma gradual limito su voluntad ante la de los demás, lo que constituye la base fundamental de la moral individual. Ejemplificando estas reglas morales se daban cuando cazaban o pescaban  ya que esto exige una convivencia y colaboración se supone que existían ciertas reglas de moral social para llevar a cabo dicha actividad. 
Es importante resaltar que los pueblos primitivos  de los cuales se tiene conocimiento actualmente tienen tradiciones de vida muy complejas, concibe una moralidad sostenida en su propia tradición observándose tres categorías de reglas y normas de vida:
1-      Normas establecidas para la búsqueda de alimentos (individual o colectiva)
2-      Reglas que miden lo que se puede utilizar perteneciente a la tribu
3-      Normas que determinan los derechos y las relaciones personales
La existencia de una comunidad de manera inevitable implica ciertas formas de vida, costumbres y usos, concepción del bien y el mal, la noción de los que no debe hacerse y la manera de obrar,  las cuales se reconocen como útiles y se convierten en hábitos, progresando en costumbres instintivas y posteriormente en reglas de vida que es igual a la moralidad, la Ética de la Tribu.

Concepciones morales de los antiguos Griegos
En los siglos VII y VI a.C la moral estaba bajo la vigilancia de fuerzas divinas dicha divinización forma la Religión la cual consagraba las ideas morales, los astros y los fenómenos de la naturaleza eran la forma del todo poderoso revistiendo una forma humana e intervenían de manera constante en la vida del hombre, en ejemplo, la Ilíada escrita por Homero.
No obstante aparecieron pensadores que no solamente basaron los conceptos morales en el miedo a los Dioses sino también en su propia naturaleza: La estimación a sí mismo, el sentimiento de dignidad a través del estudio de las finalidades intelectuales y morales superiores. Durante largo tiempo siguieron los conceptos abstractos pero en el siglo IV a.C inicio la parte sofista y amoralista, los que reconocían el carácter obligatorio de los postulados morales y pensadores como Sócrates, Platón, Aristóteles y Epicuro que sentaron las bases de la Ética que hasta el día de hoy se ve reflejada.
Protágoras
Las pocas obras sofistas de Protágoras permiten tener un concepto completo de sus filosofía, negaba las religiones y consideraba la moral como establecida por las sociedades humanas, las cuales reflejan el desarrollo de cada pueblo o época, por tal razón resultan diferentes reglas morales de los diversos pueblos, infería que los conceptos de bien y mal son conceptos relativos
Sus ideas se comenzaron a propagar y este movimiento intelectual iniciado por sofistas condujo a que se comenzara a realizar un estudio más profundo del hombre sobre su pensamiento, sentimiento, voluntad, las instituciones sociales, la vida del universo en sí de la naturaleza en general, el desarrollo de la ciencia emancipo al hombre de la obediencia a la religión y al uso.

Sócrates
Fue un revolucionario en la Religión y en la Filosofía concebía la fuente de la Ética en la armonía interior entre la razón y por otro lado en varios sentimientos y pasiones, sostenía que la virtud no procede de los Dioses sino del conocimiento ético de lo que realmente bueno, esto da la capacidad al hombre de vivir sin oprimir a los demás, tratándolos con justicia y capaz de servir a la sociedad y no solo a sí mismo, sin este conocimiento la sociedad es inconcebible.

Aristocles
Platón fue discípulo de Sócrates y a pesar de tener un espíritu metafísico penetro más hondamente en la esencia de la moral, fijándose en su esencia exponía que en la naturaleza existen las ideas del bien y la justicia, en la vida del Cosmos hay un activo principio del mal y de la justicia, pero a su lado se puede descubrir el principio del bien. Se empeñó en aclarar las ideas de bondad y de justicia, mostró toda la fuerza que en ellas reside y les atribuyó la categoría de principios directores de la vida humana.
Aristocles introdujo en la Ética el concepto ideal de lo moral, su principal fundamento en la moral era su Eros calificándolo como la sociabilidad, compasión mutua y simpatía, este sentimiento de amor es que impregna a los seres vivos, junto con el instinto de conservación condiciones indispensables para la vida, es relevante que al mismo tiempo introdujo los conceptos de alma y belleza algo que se encuentra en la naturaleza pero es superior a ella, esta filosofía fue la que preparo el camino para la Ética religiosa.
Aristóteles
Busco la explicación de las concepciones morales en la vida real del hombre en sus aspiraciones a la felicidad y a l utilidad, en la razón humana gracias a estas dos aspiraciones se elabora dos virtudes sociales de imperante importancia:
·         La amistad: que es el amor hacia los demás
·         La justicia: en el sentido de la igualdad de los derechos
Establecía la base de las ideas morales en los hechos de la vida real, la aspiración de todo hombre es la felicidad, este sentimiento es lo que hace a la vida deseable y la causa de satisfacciones. Para elaborar la moral es necesaria la razón pues en ella se encuentra el freno a las pasiones pues gracias a esta cualidad somos capaces de comprender que el bien de la sociedad proporciona una felicidad superior que las satisfacciones personales, pues la felicidad de todo individuo se encuentra estrechamente ligada con la de la sociedad.
Sin embargo dentro de su filosofía establece dos especies de injusticia y justicia:
·         Injusticia: la común que consiste en quebrantar una ley y la que establece diferencias en el trato de los hombres
·         Justicia: reparto de honores, dinero y bienes que pueden ser repartidos entre los ciudadanos de una comunidad  y los derechos en relaciones particulares
El pensamiento de Aristóteles no era el exigir  la igualdad en el reparto y sí tan sólo la equidad, tal fue su filosofía que prepondero durante tres siglos ha sido una gran influencia sobre la ciencia en general y en la Ética de manera especial.
Escuela de los Estoicos y Epicúreos
Las doctrinas de Platón y de Aristóteles constituyeron dos escuelas muy diversas de la concepción de la moral fundadas en el siglo III a. C
·         Los estoicos
Enseñaron que se tiene que vivir de acuerdo a la naturaleza, es decir,  con la razón y sus propias capacidades, insistieron que el hombre encuentra sus felicidad  no en los bienes externos sino en la aspiración de algo superior, ideal, esto en el desarrollo para el bien del hombre la familia, la sociedad y imperantemente en la libertad interior.
·         Epicuro
Su doctrina moral se basó en la búsqueda de la felicidad pero con la preocupación de descubrir el mejor camino que conduzca al hombre a ser feliz conceptualizo que la razón y el sentimiento marchan juntos pero que es la razón la que somete al sentimiento
La base de la conducta del hombre debe estar en todo aquello que le proporciona una mayor satisfacción, pero esta base no puede consistir en las aspiraciones a la utilidad personal ya que la mayor felicidad se logra con el acuerdo de las propias con las de los demás, la felicidad es cuando de la vida de cada individuo está de acuerdo con los intereses de todos. Fue el primero en expresar el término “derecho natural” que significa el pacto mutuo para no hacer ni soportar daño entre unos y otros. La justicia no tiene valor en sí: existe sólo en los pactos mutuos.

Concepciones morales en la Edad Media y del Renacimiento
Para tener una idea de las concepciones morales de esta época es necesario saber un breve antecedente de ese momento pues durante mucho tiempo las ideas morales fueron custodiadas por la Iglesia pero se desencadenaron las protestas por que este poder que tenía sobre la sociedad se convierto en un instrumento doble donde la Iglesia perdonaba a los gobernantes de todos los crímenes que cometían dándole la indumentaria a este perdón como mandamientos divinos. De aquí nació en los ciudadanos de no reconocer a los tribunales de los príncipes u obispos y se formuló el deseo de nombrar sus propios jueces originando ciudades libres y democráticas durante varios siglos y esta nueva vida libre se inició la resurrección de las ciencias y de las artes así fue como inicio la época del Renacimiento. Este fue el despertar del pensamiento emancipándose de la Teología y la nueva filosofía que aspiro la vida de toda la naturaleza y a explicarla desde este punto de vista y creando así el espíritu humano.
Bacon y Galileo
Fueron precursores de una nueva ciencia basada principalmente en la observación y la experiencia, Bacon se atrevió a afirmar que la Religión nada tiene que ver con la moral y que un ciudadano ateo puede ser honrado y que una religión es supersticiosa pues trata de influir sobre la moral lo que constituye un verdadero peligro, expreso que en eso momento lo necesario era la prudencia  y partir de él se comenzó a estudiar la filosofía de Epicuro y de los estoicos iniciando así el estudio de la Ética racionalista, es decir, la moral fundada sobre la base de la ciencia
El rasgo principal de la explicación de la moral dada por Bacon, que es precisamente el de que aun entre los animales, el instinto social es más fuerte que el de la conservación, no atrajo la atención de sus partidarios, ni aun de los más ardientes defensores de la explicación natural de la moralidad
Hugo Grocio
El expreso que la naturaleza y la razón son la fuente del Derecho y de las ideas morales estrechamente unidas a ellas se dedicó únicamente al estudio de la moral natural. Se enfatizó en la naturaleza del humana que su entender sabe distinguir entre el bien y el mal ya que en el hombre existe la sociabilidad que le inspira el deseo de convivir con los demás, expone que gracias a la palabra el hombre es capaz de formular normas apara la vida en común y hacer de ellas una aplicación práctica, estas son la fuente de los usos establecidos y del Derecho consuetudinario, aunado a esto también contribuye con el termino de utilidad común. Para Grocio el derecho natural es una regla que inspira la razón para distinguir los actos buenos de los malos según corresponda o no a la naturaleza racional

Direcciones de la ética moderna. Siglos XVII y XVIII
Hobbes
Thomas Hobbes afirmo que el hombre no es de ningún modo animal social como ciertos antecesores lo concebían, los hombres buscan compañeros no en virtud de una sociabilidad innata sino para sacar venta de ello o en sus defecto empujados por el miedo. Expuso que la sociedad está basada en el deseo de la estimación y en las comodidades de la vida, estos contratos se concluyen más bien por egoísmo que por simpatía para con nuestros semejantes.
Aludía que la razón es lo que impide a los hombres reunirse en sociedad  su sociabilidad no es una cualidad moral sino resultado de una educación, sus conceptos morales se desarrollaron de un modo muy variado condicionados por el lugar y el tiempo por lo cual nada de ellos es general, las reglas morales se observan cuando los demás también lo hacen.
John Locke
Su filosofía se enfocó que ni en la moral ni en la razón existen ideas innatas, ejemplificándolo en dos verdades practicas reconocidas por la mayoría: la justicia y el cumplimiento de los contratos en todas las sociedades son reconocidas hasta los bandidos o ladrones pero estos no las reconocen como leyes naturales sino que son reglas necesarias para la sociedad siendo condiciones de la vida en común.
Demostró que las ideas morales nada tiene que ver con lo sobrenatural, las ideas dependen de la observación y la experiencia, todas las ideas proceden a través de las percepciones sensoriales, infirió que existen dos ideas principales en el hombre: las que proporcionan alegría y las que producen aflicciones estas engendran las inclinaciones y pasiones. Coloco la moral bajo la custodia de tres diferentes leyes: la divina, la civil y la de la opinión pública.

Juan Jacobo Rousseau
Su fundamento se basó en la crítica del régimen social y predicó la sencilla vía natural, su cátedra fue que el hombre es bueno por naturaleza y que todo lo malo en él procede de la civilización. Para él las inclinaciones morales son originan por la   comprensión exacta de lo que es ventajoso, pero al mismo tiempo daba como fin del desarrollo de la humanidad los ideales más elevados.  Conceptualizaba en la igualdad la base del régimen social pues todos nacen iguales pero la convivencia hace que cada individuo realice un contrato con los demás para la construcción de la sociedad.

Shaftesbury
Expreso que el sentimiento moral es fundamental en la naturaleza humana, la moral tiene por base emociones e inclinaciones cuya génesis reside en la constitución natural del hombre y solo después de su manifestación puede juzgarlas calificándolas como morales o inmorales.
La moral depende sólo de la razón en cuanto hay que comprender lo que es justo e injusto para formarse un juicio observo que el origen de las ideas morales se encontraba en los instintos sociales innatos comprobados por la razón que de hecho derivan las ideas de justicia y derecho, confirmo que los intereses de la sociedad no solo son idénticos sino inseparables.

Adam Smith
Realizo un trabajo en el campo de la Ética donde explico la moral como una de las particularidades de la naturaleza humana y que de ninguna manera se trata de un don sobrenatural, observo que en la simpatía es la principal fuerza para el desarrollo de la moral, en otras palabras es un sentimiento propio del hombre como ser social, donde el aprobar o desaprobar un acto no es por la idea de utilidad  o del perjuicio social sino que el hombre se fija únicamente en la repercusión sobre el mismo.

Emmanuel Kant
Kant creo una Ética racional, es decir, una teoría moral mediante el estudio del pensamiento abstracto característica que los distinguió de los filósofos franceses e ingleses, concibió que la base de la moral se encuentra en la conciencia del deber, esta se somete a consideraciones de utilidad personal o social constituye una particularidad en la razón humana.

Para Kant los postulados morales tiene un mandamiento incondicionales, lo que el llamo imperativos categóricos el cual representa la conciencia del deber, la conciencia del deber lleva en si carácter de una ley natural y es propia de cualquier ser que piensa de manera racional, esta es una cualidad de la razón pura. No importa que el hombre no obedezca este imperativo categórico lo que interesa es que lo reconozca en sí mismo y como ley suprema de conducta.

El deber moral tiene un valor absoluto y por lo tanto no puede ser un medio para la consecuencia de un fin, ya que es una finalidad en sí misma, lo único que tiene este valor absoluto es la voluntad libre y racional. El ideal al que aspira la moral es una comunidad de hombres libres y racionales en que cada individuo constituya una finalidad para todos los demás, definió la ley moral como “obra de tal modo que puedas siempre querer que la máxima de tu acción sea una ley universal”. Expreso que el ser humano ha de ser moral en su vida porque así lo exige su razón, el hombre debe respetar su propia libertad y la de los demás no solamente cuando se espere sacar un provecho de ello sino en cualquier circunstancia. En palabras concretas la razón es la que impone la ley moral.

sábado, 9 de noviembre de 2019

EL ÁMBITO DE LA MORALIDAD: ÉTICA Y MORAL


EL ÁMBITO DE LA MORALIDAD: ÉTICA Y MORAL

La Ética es una disciplina filosófica que trata de los asuntos morales, es decir, de nuestra conducta -actos, hábitos, carácter y vida en general-, bajo el punto de vista del bien, del deber o del valor, calificándola como buena o mala, debida o incorrecta, valiosa o sin valor moral. Es conocida con dos nombres diferentes, Ética y Moral, que provienen de distintas raíces etimológicas.
 1. Aproximación semántica.
Aranguren: Ética deriva de las palabras griegas êthos y éthos. La primera poseía dos sentidos fundamentales, de los cuales el más antiguar aludía a la residencia, a la morada, al lugar donde se habita. Así lo señaló Heidegger. Este sentido fue evolucionando hasta llegar a designar el lugar (metafórico, interior) desde el que se vive, esto es las disposiciones fundamentales del hombre en la vida, su carácter.
Platón en Leyes y Aristóteles en Nicómaco derivaron êthos de éthos, el carácter de la costumbre, y acercaron el sentido de éthos, al de héxis, hábito, que se adquiere a través de la repetición. De ahí la importancia de la educación. El carácter sería entonces como una segunda naturaleza frente al mero talante o temperamento, que nos es dado y a favor o en contra del cual, pero, en todo caso, contando con él, hemos de forjar nuestra personalidad moral. Kant observará que el carácter es lo que el hojbre hace de sí mismo, mediante una voluntad sometida a la ley moral.
Ambos términos fueron traducidos al latín con la palabra mos, de la que provendría “moral”. Pero en la traducción prevaleció el sentido de costumbre o hábito, en detrimento de las otras acepciones, con lo que la reflexión ética se fue deslizando desde el plano del carácter moral al de su desgajamiento en hábitos, y, progresivamente, hacia una atomización de la vida moral, que acabaría centrándose en los actos tomados aisladamente, lo que difumina la unidad de la vida moral. Pues si bien es cierto que ciertos actos pueden considerarse definitorios, esos actos no se entienden, en realidad, sino emergiendo de un trasfondo y una cierta unidad que les da sentido.
Así, entre los actos, los hábitos y el carácter se establece una especie de círculo: nuestros hábitos y actos dependen de nuestro carácter, pero el carácter se forja a través de sucesivas elecciones y decisiones. Y el modo de ser será el resultado de nuestra disposición o talante, elaborado por el carácter que, a través del comportamiento, nos vamos apropiando. Pero el centro de gravedad estaría en la vida en su conjunto, más que en los actos aislados, los cuales, en realidad, sólo cobran relieve e importancia en cuanto se supone que en ellos se expresa la vida moral.
En el sentido hasta aquí apuntado, ética y moral vendría a ser sinónimos y en él se imbricarían tanto la moral vivida, ethica utens, como la reflexión filosófica sobre ella, ethica docens, en cuanto disciplina susceptible de ser enseñada.
Mas si durante mucho tiempo las fronteras entre el filósofo moral (cuya labor es principalmente teórica, aunque referida a la práctica) y el moralista (cuya labor es ante todo la de reforma y alentar la práctica moral de los humanos) han sido difusas, las diferencias entre uno y otro permiten asimismo diferenciar, pese a la sinonimia hasta ahora destacada, entre “ética” y “moral”. La distinción se fundaría en que, aunque el filósofo moral reflexiona sobre la vida práctica, no por ello tiene forzosamente que jugar el papel de moralista, sino que puede limitarse a una reflexión teórica general sobre el fenómeno de la moralidad. Si aceptáramos esa perspectiva, podríamos entonces decir que mientras la moral hace directa referencia al comportamiento humano y a su calificación en cuanto bueno o malo, haciéndose cargo del mismo los diversos códigos o principios que tratan de regular las acciones de los hombres, en cambio, la Ética (o filosofía moral o moral a secas) sería aquella rama de la filosofía que piensa la vida moral, sin proponerse, ni inmediata ni directamente, prescribir o aconsejar, como lo hacen los referidos códigos y principios morales, sino más bien reflexionando sobre ellos, para intentar ver cómo funcionan y dar razón de los mismos, buscando sus categorías específicas.
La Ética se nos revela así como un saber teórico-práctico, no sólo porque reflexiona sobre la vida moral de los hombres, sino porque, aunque adopta la adecuada distancia reflexiva respecto a la acción para diferenciarse de la simple retórica o propaganda, guarda la suficiente relación con ella como para advertir, que en definitiva, “no estamos investigando qué es la virtud por saberlo, sino para ser buenos”. Aristóteles señaló que, a diferencia de la ciencia, que tiene por objeto lo que se repite regularmente o lo que es inmutable, no hay ética de lo contingente, es decir, de lo que tanto puede ser como no ser o ser de otro modo, pues nadie delibera sobre las cosas que no pueden ser de otra manera.
Así pues, entre la simple sinonimia y el tajante divorcio entre Ética y Moral, podríamos decir que, aunque la tarea del filósofo moral no es orientar directamente la acción, tampoco puede refugiarse en una teoría supuestamente neutral, sin tener que verse obligado por ello a echarse en brazos del puro formalismo.
Ética y moral, escritas con minúscula y como sinónimos, se refieren ante todo, a la moral vivida, mientras que Ética, Moral o filosofía moral ser refieren a la reflexión filosófica sobre la moralidad sobre las diversas formas de moral vivida. Pero el uso no es regular entre los autores y la señalada imbricación de aspectos sirve de contrapartida a las ambigüedades que se susciten, la mayor parte de las cuales pueden resolverse a través del contexto.
2. La estructura constitutivamente moral del hombre.
El sentido más obvio de la palabra “moral” es el que considera a la vida humana en términos de su bondad o maldad. Sin entrar en el debate de cuál es el predicado fundamental de la vida moral (“bueno” en Aristóteles, “deber” en Kant y “valor” en Scheler), el significado más usual de “moral” (ya se refiera al bien, al deber o al valor) es el adquirido por su contraposición a “inmoral” (lo malo, indebido o no valioso). Pero también puede contraponerse a otros que nos revelan significados más radicales, como “amoral” y “desmoralizado”.
2.1. Moral-amoral.
Un sujeto amoral no es el que va en contra de lo moral (sería el inmoral) sino el que no se hace cuestión de la alternativa y queda fuera de la moral.
Kierkegaard situó más acá de la alternativa al hombre del estadio estético, aquel que realiza sus elecciones desde una cierta indiferencia, sin comprometer su existencia, lo que hace el hombre entonces es no elegir. Pero Kierkegaard ha demostrado cómo no elegir supone también una forma de elección, sólo que en sentido impropio. La diferencia radical entre el hombre del estadio estético y el del estadio ético no es que uno elija el mal y otro el bien, sino que el primero no quiere hacerse cargo de la cuestión, mientras que el segundo la tiene en cuenta: “no se trata tanto de elegir bien, cuanto de la energía, la seriedad, el páthos con el que se elige”.
También subrayó Kierkegaard la importancia que para la vida humana tiene el hacerse cargo de que no todo da igual, de que no todo vale lo mismo, de que unas cosas son mejores que otras. El indiferente hace dejación de su responsabilidad, y al negarse a realizar su frágil y arriesgada, pero tal vez hermosa, libertad, se abandona a la cosificación.
Más allá de la alternativa, pretendió, explícitamente y ya desde el título, Más allá del bien y del mal, situarse Nietzsche, aunque parece difícil pensar que sus intenciones fueran las de anular toda disyuntiva entre bien y mal. Según él (en Ecce homo) lo que habría pretendido sería acabar con la jerarquía de valores establecida en el mundo moderno, a través de de la progresiva secularización de la moral cristiana, concebida por él como “platonismo para el pueblo”, como una moral de la decadencia y del resentimiento, prolongada en la democracia y en el socialismo. El perdón nace de la cobardía, el ideal de igualdad del temor a lo superior. Para ello critica a la Revolución francesa y al socialismo. Frente a la moral del rebaño, la del superhombre; frente a normas universales, el propio querer. Su “más allá del bien y del mal” no pretende sino establecer otro bien y otro mal, una nueva jerarquía de valores.
Pero si desde un punto de vista individual parece difícil situarse “más acá” o “más allá” de la moralidad, tampoco se han encontrado sociedades en las que no haya un sistema de normas y preferencias vinculantes para el grupo, aunque los modos de tratar de enraizarlas en los individuos y de realizarlas sean diversos.
2.2. Moral-desmoralizado.


2.2.1. El ánimo como moral.El sentido que adquiere “moral” cuando se contrapone a “desmoralizado” viene a ser el de “fuerza para vivir”, ánimo, coraje, que luego habrán de emplearse en el bien o en el mal, pero sin los cuales ni uno ni otro pueden realizarse. Ese significado del término es, entonces, previo al de moral como “bueno” --esto es, en cuanto opuesto a inmoral--, hasta el punto de que este último ha de montarse sobre aquél.

2.2.2. Moral como estructura.Fue Aranguren quien subrayó la importancia radical de este aspecto de la moral, refiriéndose a él con el concepto de “moral como estructura”.Aunque los antropólogos actuales discuten la posibilidad de una cierta capacidad de aprendizaje en los animales, una de las diferencias básicas entre éstos y el hombre podría expresarse diciendo que el animal se halla ajustado al medio, frente al característico desajuste que con éste mantiene el ser humano. La conducta animal en parecidas circunstancias se puede predecir pues su genética le “predice”. Al hombre, en cambio, ningún aspecto de la realidad le viene ofrecido unívocamente. Al poder dar diferentes respuestas y hacer diversas propuestas, tiene que interpretar la realidad y elegir, entre las posibilidades que se le ofrecen, las que estime preferentes, lo que comporta una vida inestable, que no es sino la otra cara, y el riesgo, de su propia libertad (Fromm).La naturaleza, en el hombre, siempre se encuentra mediada por la cultura, entendida en sentido antropológico. Esta mediación no exime al individuo del la creación, en el seno de esas pautas socialmente dadas, de su propia vida, que es en lo que el vivir consiste.Para Ortega, la vida humana es quehacer: como al animal, la vida nos ha sido dada, pero, a diferencia de él, no nos ha sido dada hecha, teniendo cada cual que ser su propio novelista –más o menos original o plagiario-- e inventar su propia vida.Así, hay algo de lo que los hombres no somos libres: de dejar de serlo, pues como Sartre decía, estamos condenados a la libertad.Es a este tener que elegir a lo que Zubiri y Aranguren denominaron moral como estructura. Pero el hombre, estructuralmente moral, puede, sin embargo, conducirse luego debida o indebidamente, moral o inmoralmente, que es a lo que ambos autores se referían al hablar de “moral como contenido”: el hombre, animal hominizado, no se encuentra ya directamente humanizado, siendo esa tarea de encontrar su rostro humano o humanidad una tarea básicamente moral.
2.2.3. Determinismo y libertad.Existe la posibilidad de que aunque el hombre se piense libre, su conducta se encuentre sometida a un estricto determinismo. Kant, en la tercera de las antinomias a las que se refiere en la Dialéctica trascendental de su Crítica de la razón pura, vio la imposibilidad para la razón teórica, de resolverla, pues por más que nuestra conciencia nos presente como libres, no podemos llegar a saber si esa conciencia de libertad no es sino una ilusión. Por eso para Kant la libertad será asunto de la razón práctica. Sin embargo, sí es condición de posibilidad de la vida moral, puesto que no sería posible imputar responsabilidad moral a quien careciese de libertad, la cual aparece así como un requisito indispensable, como un presupuesto necesario del lenguaje y de la vida moral, es decir, como la razón de ser de la moralidad, si bien ésta es la vía de acceso, la razón de conocimiento de la libertad.Frente a lo dado y el orden del ser, regido por la causalidad, el hombre trata de establecer el del deber ser. Y aunque, si estuviéramos determinados, tal intento estaría condenado al fracaso, el hombre no puede renunciar a él, como no puede suprimir el lenguaje moral. Aunque estuviésemos determinados “la moralidad subsistiría como la lucha –inútil- por hacer lo que nos dicta nuestra conciencia” (Aranguren).Esto no quiere decir que el hombre no se encuentre sometido a múltiples condicionamientos. Pero con razón solemos distinguir entre conductas deliberadas y compulsivas, (Aristóteles y también los escolásticos) al distinguir los actus hominis (los que llevan a cabo los hombres sin deliberación), de los actus humani (únicos que incumben a la Ética), sin descuidar el que la falta de deliberación también puede ser imputable al hombre. Cuando excusamos la conducta de una persona, en virtud de una serie de circunstancias es a costa de cosificarla, de convertirla en cosa entre las cosas. Como Muguerza ha destacado, tal “beneficio de la causalidad” puede ser aplicado a otros e incluso, apurando la argumentación, a nosotros mismos, siempre que hablemos en pasado; pero no podemos utilizarlo en primera persona y para referirnos al futuro, pues en ese mismo momento claudicaríamos de nuestra responsabilidad y de nuestra humana condición, trocando la libertad en facticidad, que es a lo que Sartre llama “mala fe”: Sin libertad, sencillamente, no cabe hablar de sujetos morales.Libertad y responsabilidad no se ejercen, desde luego, en ausencia de todo condicionamiento. Lejos de pensar la libertad como simple indeterminación o falta de límite, es en su seno donde hemos de realizarla. Cuando los límites sobrepasan un cierto grado, hablamos de conducta coaccionada. Por el contrario, la falta de límites no permite nuestra realización sino que nos extravía y al carecer de todo tipo de referencias, no sabríamos hacia dónde dirigirnos. En cambio, el límite, la perspectiva, nos orienta y nos abre al mundo. 3. Moral-inmoral: moral como contenido.
3.1. Moralidad y eticidad.
A partir de la condición estructuralmente moral se monta ese otro nivel de la moralidad (el que contrapone moral a inmoral) por el que el ser humano no sólo trata de ajustarse a la realidad de cualquier forma, sino de hacerlo con justeza, de la manera preferible o mejo, debida o buena, que es a lo que con Zubiri y Aranguren denominamos “moral como contenido”. Contenidos que suelen venir ofrecidos por los códigos culturales. Es esa normatividad encarnada en las instituciones, la que queda recogida en el francés moeurs y en el alemán Sitten. La Sittlichkeit (eticidad) venía constituida, para Hegel, por las valoraciones sedimentadas en las instituciones sociales, superadoras de lo que él consideraba “mera moral”.
La crítica de Hegel a Kant insistía en el formalismo de los principios morales kantianos, su universalismo abstracto, la impotencia del deber y el rigorismo de la convicción que no tiene en cuenta las circunstancias y las posibles consecuencias de una aplicación descontextualizada de dichos principios.
Hegel concede que la reflexión sobre el deber como principio universal de la voluntad autónoma, tal como se reveló en Sócrates por primera vez y fue articulado por Kant, puede trascender la eticidad, las formas de vida encarnadas en una comunidad, según fueron tematizadas por Platón y Aristóteles; por eso, su propuesta de superar la mera moral de las instituciones del Estado moderno no quería suponer una recaída en la premodernidad ni un regreso a la moral convencional del grupo, en cuanto las instituciones del mismo recogerían las aspiraciones críticas y universalistas de la moral kantiana, evitando, sin embargo, el repliegue en la pura interioridad, que privada de contenidos objetivos, carecería de criterios para rebasar su particularidad y se extraviaría en lo arbitrario. Sin embargo, aunque él creyera superada la época del recurso a la conciencia crítica de los disidentes y rebeldes, la historia más reciente, con su secuela de horror y de barbarie públicamente encarnados, cuestiona radicalmente el ideal hegeliano y marxista de la coincidencia entre el hombre y el ciudadano, e induce la fundada sospecha de que tal reconciliación no habría de lograrse sino al precio de consagrar una forma de vida como utopía cumplida e insuperable, lo que no haría sino liquidar el ímpetu crítico del deber frente al ser ya alcanzado. Por lo que, sin olvidar lo positivo de la crítica hegeliana, en cuanto a la necesaria constitución intersubjetiva de la identidad y la necesidad de que el deber ser aspire a encarnarse en la objetividad social, el recurso a la conciencia crítica parece ineludible, si no se quiere estar a merced de contextos sociales, que la posibilitan, pero también la atan.Es preciso poner de relieve que, en la medida en que el hombre no se abandone a la normatividad socialmente vigente, y aun cuando concuerde con ella, habrá de asumirla personalmente –para seguirla o modificarla--, si es que no quiere ser un mero producto de la presión social, cayendo en lo que Heidegger denunció como la banalidad del “se”: se dice, se comenta…; si es que la ley que quiere seguir es la que se da a sí mismo y no una simple imposición externa a él, por la que se instalaría en la moral cerrada de Bergson. En el simple abandono a la vigencia social, tanto como al simple capricho, el hombre se hace esclavo en vez de dueño de sí pues como dijo Rousseau “el impulso del simple apetito es esclavitud, y la obediencia a la ley que uno se ha prescrito es libertad”. 3.2. “Bueno” en sentido instrumental y en sentido moral. Técnica y práctica.
“El bien es aquello hacia lo que todas las cosas aspiran”. Según esta idea de Aristóteles, parecería que el hombre no puede obrar mal. El equívoco viene suscitado por la ambigüedad del término “bueno” que no siempre se usa en sentido moral. En ciertas ocasiones tiene un significado puramente instrumental, sinónimo de calidad (un mueble bueno). “deseable” puede referirse tanto a lo que debe ser objeto de deseo cuanto a lo que de hecho es deseado por alguien. Pero ya desde Aristóteles y la Escolástica se quiso salir al paso de esta equivocidad, al indicar que el hombre se comporta siempre sub ratione boni, lo que no quiere decir que su comportamiento sea siempre moral mente bueno, pues nuestros intereses o nuestra desidia pueden hacer que no tengamos en cuenta otros aspectos o perspectivas. Fue Kant, en la Crítica de la razón práctica el que quiso desbaratar el equívoco, porque las expresiones de bonum y malum entrañan una ambigüedad que las hace susceptibles de un doble sentido. Y para ello se sirvió de las posibilidades de distinguir entre lo bueno y lo provechoso y entre lo malo y lo perjudicial o dañino, reservando la acepción moral para las primeras expresiones de esos pares y refiriendo las segundas a lo meramente apetecible sein relación a la voluntad, en cuanto determinadas por la ley de la razón.Ya en la Crítica de la razón pura, Kant había diferenciado entre un uso teórico de la razón y un uso práctico de la misma, en cuanto el conocimiento puede tener dos tipos de relación con su objeto. Práctico lo define en el Canon de esa misma obra como “todo lo que es posible mediante libertad”. Ahora bien, en ese amplio sentido lo “práctico” abarca tanto la aplicación práctica de la razón teórica, esto es, la técnica, en la que se trata de escoger los medios idóneos para conseguir un fin previamente estipulado, cuanto lo propiamente práctico o moral, donde la libertad se ejerce de manera eminente en la discusión y elección, no de lo que es bueno (como medio) para algo, o de lo que agrada o conviene a alguien, sino de lo bueno en sí.Kant, en la Fundamentación para una metafísica de las costumbres, diferencia entre imperativos hipotéticos, dependientes del fin propuesto o de determinadas condiciones (si A, entonces debes B), en los que bastaría que a alguien no le importase la condición para que dejasen de regir, e imperativos categóricos, no sometidos a ninguna condición o incondicionados (debes, o no, tal o cual). Los imperativos hipotéticos pueden ser de carácter problemático, cuando el fin o la condición a los que se encuentran sometidos pueden ser sustituidos por otros, dando lugar en todo caso a las reglas de habilidad técnica; mas si se tratase de un fin al que ha de suponerse tienden todos los seres humanos, como es el caso de la felicidad, nos encontraríamos con imperativos hipotéticos asertóricos, que son de carácter pragmático, como los que se encuentran en los consejos prudenciales (en el sentido de sagacidad, cálculo o astucia) para la felicidad. Ahora, bien, ya en el propio Canon de la razón pura, Kant había insistido en que, consistiera en lo que consistiese la felicidad, tan difícil de definir excepto si acaso por unas notas muy generales, la moral no se ocupa tanto de ella, que ya procuramos por mera inclinación, cuanto de hacer dignos de esa felicidad a la que aspiramos.Por eso sólo considera propiamente prácticos los imperativos categóricos, que no se expresan en reglas (técnicas o prudenciales) sino en mandatos de la moralidad, siendo en ellos, por ser incondicionados, donde se ejerce realmente la libertad del ser humano, capaz de obrar no sólo conforme a las leyes de la naturaleza, sino también, y gracias a su autonomía, conforme a la representación de leyes que se da a sí mismo, por lo que esos mandatos de la moralidad no se expresan en reglas técnico-prácticas, sino en leyes práctico-morales.La distinción kantiana entre técnica y práctica es de algún modo paralela, pese a realizarse en un contexto diferente, a la establecida por Aristóteles en Ética a Nicómaco, entre poiésis, que produce obras exteriores al agente, y prâxis, que es la acción inmanente, que tiene en sí misma su propio fin. Y aunque el propio Aristóteles olvida esa diferencia a menudo, la distinción será retomada no sólo por Kant sino también en nuestros días por Habermas. Cierto que, a veces, no es fácil deslindar cuestiones técnicas de cuestiones éticas. Pero estos matices, pertinentes, no deberían desdibujar la diferencia que en medio de ellos subsiste. 3.3. Éticas materiales y formales.
La “moral como contenido” no es necesariamente lo que se ha dado en llamar una “ética material”, sino que puede venir constituida por una “ética formal”: mientras que algunos códigos morales prescriben de modo bastante concreto lo que se debe hacer, regulando con detalle el contenido de nuestro comportamiento, en otras ocasiones los principios morales a los que pensamos debemos atenernos son puramente formales, o, para decirlo con Kolakowski, representan una “ética sin código”.Kant en su filosofía moral se preocupó, más que de establecer una serie de preceptos morales, de indagar qué condiciones ha de reunir un precepto si ha de ser considerado moral, a saber, y como ya sabemos, ser autónomo, expresión de la ley que cada cual se da a sí mismo, e incondicionado, tal como se expresa en el imperativo categórico. No establece qué hemos de hacer en concreto, sino tan sólo cómo hemos de obrar para que nuestro comportamiento sea efectivamente moral. De este modo, la moral como contenido se hace aquí puramente formal, esto es, precisamente, vacía de contenido. 4. Moral como actitud.
Junto a la moral como estructura y la moral como contenido se puede, con Aranguren, destacar la importancia de la moral como actitud, cuya guía será la conciencia, sometida a múltiples condicionamientos, pero, a la postre, última instancia de la ética, pues sólo los individuos son capaces de actuar moralmente, responsabilizándose de sus acciones. 4.1. El individualismo ético y la ética social.
Es preciso indicar que la conciencia puede y debe abrirse al diálogo con los demás, cuyas razones habrá de tener en cuenta; que habrá de dejarse interrogar por las advertencias de la “filosofía de la sospecha” (Paul Ricoeur), pero que, en definitiva, la conciencia es la instancia irrebasable de la moral. Individualismo ético que no tiene por qué equipararse con el individualismo posesivo del liberalismo económico ni pretende que los individuos sean lo único existente, pero que insiste en que el individuo es el único e insustituible protagonista de la moral (Muguerza).Tal individualismo no debería olvidar que la génesis del individuo está socialmente mediada, esto es, que la identidad personal se genera a través de la socialización.No conviene acentuar en exceso el patetismo de la soledad de la conciencia deliberante, pues la conciencia incorpora ya el diálogo con los demás, al que por otra parte ha de abrirse. Esa apertura posibilita asimismo que el individualismo ético no tenga por qué desentenderse de los otros, pues el que la decisión moral se ejerza en última instancia de manera solitaria, desde la responsabilidad intransferible de cada cual, no quiere decir que no pueda ser solidaria. En Ética y política, Aranguren subrayó la necesidad de la apertura a los otros para que se pudiese hablar de una actitud realmente ética, que, sin menoscabo del protagonismo individual, pudiese generar una ética social o transpersonal, desplegada tanto en el nivel de la ética interpersonal o ética de la alteridad, en la que el otro es un alter concreto, como en el de la ética impersonal o ética de la aliedad, en la que el otro no es un alter al que conozco y trato, sino un alius, es decir, un otro innominado y más o menos distante, pero al que asimismo estoy obligado en las tareas colectivas de la sociedad a la que pertenezco y, en última instancia, de la humanidad común. 4.2. Ética de la convicción y ética de la responsabilidad.
Weber, en el horizonte del final de la Primera Guerra Mundial, contrapone la ética de la intención o de la convicción a la ética de la responsabilidad. La primera la asimila a la ética kantiana o a la del Sermón de la Montaña, las cuales se moverían sólo por principios incondicionados, con independencia de los resultados derivados de su actuación, es decir, sin entrar en un cálculo de las consecuencias derivadas de su acción. El político, en cambio, aun cuando no carezca de principios, ha de estar atento a las consecuencias previsibles e incluso laterales y no deseadas de su acción, moviéndose conforme a una ética de la responsabilidad. Si la ética de la convicción resulta “acósmica” y políticamente inoperante, la ética de la responsabilidad desliza, en cambio, al político por la peligrosa pendiente de la violencia y el mal (p.ej. las víctimas colaterales).Sin embargo, y como se ha señalado en diversas ocasiones, quizá el dilema de Weber sea un falso dilema. Kant al insistir en la intención, en la incondicionalidad de los principios o en las propias convicciones no trataría sino de desmarcar a la ética de una supuesta “ética del éxito” o de los resultados, aunque no se desentiende de los fines moralmente deseables, sólo que para Kant la moralidad de la acción no reside en el resultado. Y que, pese a la importancia de calcular las consecuencias, un político horado ha de regirse asimismo por principios lo subraya el propio Weber.De ser ello así, no se trataría de dos tipos de ética, una para los políticos y otra para los demás, pues aquellos están tan sometidos a los principios éticos como los demás, sino de las nunca fáciles relaciones entre ética y política, las cuales pueden oscilar entre la actitud del “alma bella” que preserva la limpieza de sus manos a costa de su escapismo o que se convierte en fanática y la presuntamente eficaz, pero sin escrúpulos que sacrifica al dios de la violencia principios y personas. 5. Ética y metaética.El contenido de la moral suele proceder de la cultura en el sentido antropológico del término. La reflexión filosófica de la Ética sobre la moral no tiene forzosamente un carácter normativo, aunque ello no tiene por qué implicar refugiarse en una pretendida “asepsia axiológica”, pues, aun cuando no intente dirigir la acción de un modo inmediato, su crítica y reflexión sobre la moral vigente no deja de tener incidencia en el obrar. Por eso se distingue entre la Ética normativa y la ética crítica o metaética. 5.1. Ética normativa: éticas teleológicas, deontológicas y axiológicas.La ética normativa sería aquella disciplina filosófica que trata de señalar lo bueno o lo malo en la vida humana, lo que debemos hacer en el orden de los principios, siendo misión de la phrónesis, de la prudencia en el sentido aristotélico del término, su aplicación a la inmensa variabilidad de los casos particulares. La Ética, al reflexionar y criticar la moral como forma de vida, trata de investigar en qué medida lo moral es una dimensión constitutiva del hombre y las categorías en que puede expresarse.Los principales modelos de ética normativa han sido los teleológicos (de télos, fin) y los deontológicos (de déon, deber). Los primeros vienen ejemplificados ante todo por la ética aristotélica (el bien es aquello a lo que todas las cosas tienden), siendo la eudaimonía el bien buscado por los humanos. Este mismo carácter asumirán también, desde perspectivas y presupuestos diferentes, los utilitaristas del siglo XIX (Bentham, Mill) en su intento de promover “el mayor bien para el mayor número”. Aunque este intento puede que haya contribuido a nuestro “estado de bienestar”, la excelencia personal, que tanto preocupaba a Aristóteles, queda desenfocada en tal divisa, pues su consecuencialismo contraviene algunas de nuestras convicciones morales más arraigadas (el beneficio obtenido por una mayoría que explota a una minoría no legitima esta explotación). Tal consecuencialismo no se evita si, en vez de proceder a un cálculo sobre las ventajas e inconvenientes de las acciones, como propone el utilitarismo del acto, se decide que posiblemente el mejor resultado de conjunto se obtendrá a través de acciones ajustadas a ciertas normas, como mantiene el utilitarismo de la regla, siendo uno y otro afrontados de antemano por la ética kantiana.Kant, sin despreocuparse de las consecuencias, sustrae el valor moral de tal ámbito, por cuanto la ética no se preocupa tanto por la felicidad, cuestión de nuestras inclinaciones, sino de que nos hagamos dignos de ella. Para Kant el fin de la razón no es tanto (o no sólo) la consecución de la felicidad, como el hacernos dignos de ella, a través de una buena voluntad, asimilada ésta al cumplimiento del deber por el deber. El problema de cómo puedan conjugarse el cumplimiento del deber y la felicidad le llevará, en su segunda Crítica, a formular los postulados de la razón práctica: libertad, inmortalidad y Dios.La importancia de estos dos paradigmas éticas, el teleológico aristotélico y el deontológico kantiano, con todas sus variantes, se hace sentir hasta nuestros días en los que el indiscutible peso kantiano se intenta contrarrestar por una nueva reactualización de motivos aristotélicos y hegelianos no sólo por parte de las corrientes comunitaristas sino por quienes, preocupados por las cuestiones de la génesis de las estructuras y conceptos morales y por las de la aplicación de los principios en contexto plurales, tratan de hacer revivir la ética de las virtudes (Foot, Anscombe, Hampshire, Nussbaum).Habrá que examinar las tensiones que entre uno y otro tipo de ética se dan y cómo las mismas se renuevan en el mundo contemporáneo, en el cual Max Scheler, con su ética axiológia (de áxion, valor) trató de otorgar al concepto de “valor” la centralidad que antes habían detentado el “fin” y el “deber”. 5.2. Ética crítica o metaética: teorías descriptivistas y no-descriptivistas.
Mas allá de los problemas normativos, la Ética, al pretender un estatuto de cientificidad neutral, se ha concebido también como examen libre de presupuestos, como un lenguaje de segundo grado –metaética o lógica de la moral--, es decir, como metalenguaje de ese lenguaje-objeto que sería el lenguaje de la moral, tratando no tanto de defender determinados principios cuanto de analizar el significado de los términos y enunciados éticos, e indagar el método de justificación de esos enunciados y principios.Desde esta perspectiva, las teorías éticas se han clasificado (Brandt, Hare) en descriptivistas (realistas o cognitivas) y no-descriptivistas. Dentro de las primeras, las teorías naturalistas estiman que las condiciones de verdad de los enunciados morales son similares a las de las ciencias empíricas, por lo que los métodos de éstas serían suficientes para dilucidar su verdad o falsedad, sin necesitar ninguna premisa ética, dado que el significado de los enunciados éticos es similar al de aquellos otros en los que no aparecen términos éticos. Tras la denuncia de Hume respecto a la ilegitimidad del paso del “es” al “debe”, Moore, a comienzos del s. XX, criticaría esa concepción al pensar que incurría en la que denominó “falacia naturalista”. Con ello se embarcó en una posición intuicionista, que comparte con el naturalismo el que los enunciados éticos pueden ser verdaderos o falsos y el que los términos éticos se refieren a propiedades, pero sosteniendo sin embargo que esas propiedades no son definibles ni empíricamente observables, sino propiedades morales sui generis, sólo accesibles a la intuición.
El no-cognoscitivismo o no-descriptivismo encuentra sus antecedentes en Hutcheson y Hume y se desarrolló a mediados del siglo XX en el emotivismo de Stevenson y el prescriptivismo de Hare. Para el no-descriptivismo, ni los términos éticos se refieren a propiedades ni los enunciados éticos pueden ser parafraseados metalingüísticamente en el lenguaje de la verdad o de la falsedad (“matar es malo” en realidad es una frase prescriptiva pues malo es un valor introducido por el hablante). Según el emotivismo, que seguía la teoría verificacionista del significado del positivismo lógico, un enunciado ético no describe nada del mundo, sino que expresa las actitudes o emociones del hablante, haciéndose imposible el discurso racional en Ética. Dentro del no-descriptivismo, pero tratando de corregir las exageraciones de Stevenson y teniendo en cuenta las doctrinas lingüísticas de Austin y Searle –seguidores de de la concepción del significado como uso, propia del segundo Wittgenstein--, el prescriptivismo de Hare insistirá en que la función de los enunciados éticos es asimilable a la de otros enunciados no fácticos, como ordenar, prescribir,… sólo que, a diferencia de Stevenson, las convicciones éticas no deberían identificarse con la posesión de actitudes, deseos o emociones personales, sino con la de actitudes impersonales o “morales”, si es que el discurso ético es racionalmente posible, sin reducirse a la retórica emotiva. La teoría del significado como uso del segundo Wittgenstein será recogida además por gran parte de la filosofía continental contemporánea (de Ricoeur a Habermas) aunque la discusión del paso del “es” al “debe” dista de estar resuelta.
Pese a la diversidad de orientaciones de la filosofía moral analítica, no parece, sin embargo, que sus proclamados intentos de neutralidad axiológica o valorativa –y en consecuencia, su desdén hacia las ocupaciones propiamente normativas, al señalar que su tarea consistía simplemente en esclarecer el lenguaje de la moral-- hayan logrado la asepsia que reclamaban, comportando, en cambio, el riesgo de renunciar a la labor crítica de la filosofía, y, por tanto, a la propia razón en la implícita aceptación del orden de cosas dado. Por el contrario, el racionalismo crítico de Popper y Albert destacaba que la metaética no puede tomar la metodología practicada en los sistemas éticas como un factum al que se puede entender, pero al que no se puede cambiar, sino que habrá de iluminar críticamente las reglas de juego que fácticamente se dan. De hecho, la pretendida neutralidad de los filósofos morales analíticos se convertía en una indisimulada preferencia por el utilitarismo.
Por lo demás, la metaética no tendría por qué concebirse desde el corsé a ella impuesto por la filosofía moral analítica de la primera mitad del siglo XX, como, por otra parte, el interés por el análisis del lenguaje, y específicamente por el análisis del lenguaje moral, no ha sido patrimonio exclusivo de la misma, sino que progresivamente ha ido afectando a todos los grandes modelos de la filosofía contemporánea.